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Uno de los problemas más graves que afronta el individuo de la sociedad occidental contemporánea es su dificultad para detenerse y gestionar su tiempo desde una atención sosegada. La aceleración de los ritmos de las ciudades y la cada vez mayor utilización incontrolada de las tecnologías y de las redes sociales está provocando ya dependencias que precarizan la calidad de la vida cotidiana. A su vez, es cada vez más frecuente encontrar en los foros internacionales del arte contemporáneo artistas que reivindican la materia, el proceso y el oficio como ejes incuestionables de su trabajo. Junto a propuestas herederas del conceptual que exigen una minimización y eliminación del objeto artístico, están conviviendo otros lenguajes objetuales construidos en base a un esmerado dominio de la técnica y a una manualidad que les permite recuperar la sensualidad de la materia como modo de estimular un tiempo que se apoya nuevamente en el ver.