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Primera película de Guy Debord y ejemplo de su adscripción temporal al letrismo. El filme es una negación de la imagen, pantallas alternas en blancos y negros, y una banda sonora autónoma, en la que se suceden diálogos sobre política y amor, noticias de prensa, extractos del código civil lecturas de novelas con las voces de Gil J Wolman, Isidore Isou, Barbara Rosenthal y de él mismo. Entre las frases, un resumen contundente de Debord: decidí destruir el cine porque era más fácil que matar transeúntes . Esta anti-película recoge la herencia de Isou (el cine discrepante o la separación imagen-audio) y la enorme influencia de El anticoncepto de Wolman no solo en la negación extrema de lo visible, sino en una idea concreta: acabar con el cine está asociado a la ampliación de sus posibilidades críticas.